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Mensaje por Tristán Evans Sáb Dic 04, 2010 7:39 pm

Recuerdo del primer mensaje :

No me lo pude creer, lo había hecho. Hace unos días había hablado con mis compañeros sobre el tema de traernos con nosotros alguien más, no les pareció mal, hasta que les revelé que era una mujer:
-Un ‘no’ rotundo.- sentenció Marc. -¿Qué te crees que es esto, Tristán? ¿Qué somos libres de hacer lo que nos plazca? ¡Somos un grupo! ¿No te cuerdas de las normas? ¡Las mujeres no nos benefician, las mujeres NO vienen con nosotros! ¡Cómo tendré que decírtelo!- Yo me había quedado inmutable en la ventana mirando el transcurso de los carros.
-¿Y quién es?- preguntó Kevin.
-¿Importa acaso?-
negué con la cabeza ciertamente desquiciado.
-¿Sabes lo que hacen las mujeres? ¿Lo sabes?- preguntó como loco Marc. –Destruyen todo lo que tocan ¡todo! Además de lo maniáticas que son. Para tirártela no tienes por qué traértela ¡la hostia!- Continuó gritando. Joder, pues sí que le había molestado.
-¿Sabes qué? No os he pedido permiso… solo os he avisado.- Comenté acercándome al grupo, muchos se quedaron con la boca abierta.
-¡Siempre haces lo que quieres! Si no fueras un genio… prescindiríamos de ti, tenlo por seguro.- Vete a la mierda Luck.
-Haced lo que os dé la real gana, pero mañana habrá una más.- Sí, así fue la discusión.
Aunque ya nos conocíamos desde hace unos años siempre me venían con lo mismo. Pero si es cierto que todos habíamos pasado por experiencias con mujeres, las cuales se habían interpuesto en nuestra carrera musical. No se volvería a repetir, y que no confiasen en mí me dolía.


Hice las maletas con lo fundamental, estaríamos fuera una semana, una muy intensa. Un tour por las ciudades más importantes del norte de Francia, Bélgica y Holanda. Ya llegaría el día en que cruzásemos el Atlántico, pero aún quedaría bastante para que eso ocurriese, oh América, un sueño.
Me molesté en hacer llegar una nota a la casa de Alma, avisándola del viaje. Aquella casa la había visto mientras paseaba, cuando pensaba qué hacer.

Un lunes por la mañana el carro que nos llevaría al puerto se detuvo en la fachada de su casa en Anderson 13, salí del carro nervioso, andando de un extremo a otro esperando a que bajase, si es que bajaba. Más de diez minutos no esperaría, no podía hacerles tal cosa a mis compañeros. Metí las manos en mi abrigo mirando las ventanas.
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Mensaje por Alma Dupont Mar Dic 14, 2010 3:50 am

Ya casi le tenía. Maldito...

-¡Alma!- giré el rostro sin dejar de aporrear la pared, para observar al joven ¡Justo en el momento indicado! suspiré -¿¡Qué demonios intentas!?- Tristán me quitó la madera de las manos. Yo le miré sin comprender su enfado.
-Pero que te crees que... - intenté quejarme inutilmente -¿Lo haces a propósito o qué? ¿Esta es tu manera de agradecer las cosas?- ¿De qué hablaba? Yo sólo pretendía librarme del maldito animal. Entonces recordé que Tristán estaba dormido. Vaya... que... putada. El bandido observó tras el mueble. Yo me incliné para hacer lo mismo, mirando por encima de su espalda. Al pobre le temblaban las patas del susto.

-¡¿Por esto?!- la bestia me miraba con sus ojos de pulga pedorra, desde el suelo. No te hagas la víctima ahora... - ¿Te parece poco? - Se habría comido todos mis vestidos... -Mira cómo lo tienes…es que ¿no te da lástima? ¿Dónde tendrás el corazón?- si no tubiese corazón, habría cogido un acha para hacerle cachitos ¡Yo pretendía acabar con él, de forma limpia y rápida! Tristán agarró al ratón por la cola y me lo puso practicamente en la cara. Que agradable... me dieron ganas de escupirle.

Por suerte, el botones apareció en el momento oportuno, para llevarse el bicho, fuera de mi vista.

–Te creí por alguien más valiente, querida.- el joven se metió en mi baño. Yo volví a dejar el armario donde estaba, cerciorándome de que no hubiese nada más. A lo que contesté, subiendo la voz para que me oyese, con gran ironía:

-Suerte que estabas tú, para salvarme - Me acerqué al baño y observé como se secaba las manos ¿Era posbiel que, incluso un gesto tan común, me pareciese atractivo? –Seguro que estarás atemorizada, ¿quieres que me quede velando tus sueños?- le miré como a un insecto ¿Cómo se atrevía a burlarse de mí?

-No te necesito - contesté con dureza, empequeñeciendo los ojos, intentando desintegrar su rostro.

–Es igual me quedaré aquí por si a tu amigo le da por volver.- Tristán se recostó en mi cama, sin ningún miramiento. Me quedé mirándole con la boca abierta, perpleja ¿Cómo podía ser tan desvergonzado? –Vaya, esta es mucho más cómoda que la mía.- se tumbó boca abajo mientras yo seguía apollada en el marco de la puerta del baño, con los brazos cruzados sobre mi estómago. – Compórtate ¿quieres?- y el silencio se hizo. Deshice el lazo que habían formado mis brazos y le miré. Y le mire. Y mirase donde mirase, mis ojos siempre terminaban en él ¡Pero que fastidio!

Caminé despacio hacia él, poniéndome de rodillas, para ver su rostro sereno. Estaba tan apacible... tan tranquilito... tan inofensivo... ojalá siempre fuese así ¿Estaría dormido? giré el rostro, para verle del derecho y pasé una de las manos entre sus cabellos. Enternecedor... Ni se enteró. Estaba dormido.

-Eres un incordio... - susurré agotada, recorriéndole con los dedos hasta llegar a su barbilla. Acerqué mi rostro a su camisa, para oler el perfume que pudiese quedar en sus ropas. Una vez escuché, que nos olíamos. Y que el único causante de que nuestros cuerpos se atrayesen, era ese olor íntimo y personal, que nos definía. Algo ridículo. Pero en aquel momento, tenía sentido. Llevé los dedos hasta sus labios, con inseguridad, cerciorándome de que no habría los ojos, y acaricié cada centímetro de ellos con meticulosidad y delicadeza -Joder... - se escapó de mis labios casi en un suspiro difuso ¿Y si...? Nunca se enteraría.
Me acerqué, siendo consciente de que mis pupilas tenían claro su destino y mi boca estaba dispuesta a caer en las profundidades del abismo. El corazón me latía con fuerza, cuando deposité con suavidad, un beso sobre sus labios, con gran deleite. Tuve que apartarme de él, sin opciones. Tampoco pretendía despertarle.
Me levanté despacio y me dirijí al cuartito contiguo, para darme un relajante baño de espuma. O lo que huviese. Me quité el vestio, mirándome frente a un enorme espejo. Pasé las manos por mi rostro sabiendo que mi cara no siempre sería del mismo modo. Habían llenado la bañera de agua. Que detalle... Temí que se hubiese enfriado. Pero no. Estaba perfecta. Metí un pie. Luego el otro y me hundí con los ojos cerrados, mojándome el cabello.
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Mensaje por Tristán Evans Mar Dic 14, 2010 12:16 pm

Como esperaba, volví a retomar el sueño donde lo había dejado, dejándome en una total inconsciencia , aunque pude sentir una realidad pasmosa en esas ensoñaciones, no sería difícil buscarles una lógica, estaba cansado, todo se debía a eso, creí.
No me moví a penas nada en lo poco que me quedé recuperando energías, muchas de ellas perdidas por culpa de Alma, para qué engañarnos.
Cuando el sol empezó a ponerse, y aconsecuencia de que la señorita dejó la ventana abierta el sol anaranjado decidió verse con una aplastante fuerza, apreté los parpados, volviéndome del otro lado, era absurdo, ya me había despertado, aún con todo me quedé allí reposado y tranquilo.
Escuché de fondo un sutil chapoteo, hipnótico a mi modo de ver. Repté, por así decirlo, por la cama hasta quedar sentado y aturdido. No era cuestión de perder el día durmiendo.
Lentamente me puse de pie, y me asomé sin hacer ruido por la puerta de su baño ¿qué pretendía ver? ¿Algo extraño? Era consciente de lo que hacía en todo momento, solo quise darme el gusto de ver algo que moralmente no se debe ¿Pero acaso yo me muevo por esas normas? Los ideales no van conmigo, ¿qué mal haría quedándome allí un rato?
La puerta se abrió dándome el privilegio de observar cómo Alma terminaba de bañarse, desde donde estaba no podía verme, y no sabía cómo se tomaría mi intromisión, además no se veía nada para mi disgusto, pero eso le daba un toque aún más atrayente, estuve tentado de acercarme y meterme con ella, pero no haría tal cosa después de lo ocurrido en el barco, porque me quedaría en las mismas o peor.
Entonces me apoyé en el marco de la puerta, fijándome en la suave capa cristalina que recubría sus brazos y espalda, después pude ver sus piernas, con unas curvas que te llevaban a la perdición existente más impía, la que me había tocado vivir, precisamente.

No pude estar más allí, por mucho que quisiera, no me hacía bien su visión. Di unos pasos hacia atrás entornando la puerta, molesto por mi estupidez. Salí de la habitación aún con su imagen en la retina, no sería fácil desprenderse de ello. Yo también me propuse prepararme un baño, pero esta vez con agua templada. Al entrar en la habitación me encontré a Jackson tirado en su cama, con una sonrisa dibujada en su rostro:


-Pues no está mal este hotel.
-Tienes razón.- Le respondí, sin intención de alargar la conversación. Me metí en el baño y comencé a prepararlo todo, para luego meterme en la bañera que me dejaría como nuevo. No sé cuánto tiempo estuve allí metido, cuando alguien llamó a la puerta, sacándome de mi ensimismamiento:
-¡Dime!
-Ve saliendo ya, que tenemos que marcharnos. El carruaje nos espera en diez minutos.- Me informó. Rápidamente me sequé, al igual que me vestí poniéndome un jersey de rayas, muy marinero, lo sé. Me pasé el peine un par de vez por el cabello, antes de salir.

-¿Habéis avisado a Alma?- Quise saber.
-Hace un rato, ya sabemos cómo son estas mujeres... – Sonreí, dándole la razón.
Bajamos apresurados con los instrumentos en las manos. Marc y Luck ya habían subido, Jackson se subió al llegar, yo me quedé en la entrada esperando a Alma. Iríamos directos a sala que nos esperaba, debían estar intrigados por escuchar lo novedoso que nosotros pudiéramos ofrecer.
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Mensaje por Alma Dupont Mar Dic 14, 2010 11:49 pm

Estaba disfrutando de lo lindo con aquel baño. De vez en cuando me sumergía en el agua hasta que la respiración no me dejase aguantar más, disfrutando del silencio y permitiéndome evadirme por unos instantes.

Me recogí el pelo con dos pasadores y repasé cada parte de mi cuerpo a conciencia, para cerciorarme que estaba limpio y puro. Pero algo me distrajo. La puerta se movió unos centímetros, crujiendo tímidamente.
Salí de la bañera, deprisa y corriendo y me puso una toalla por encima para secarme.

-¿Tristán? - asomé la cabeza, hallando la habitación vacía. No quedaba rastro del bandido. Salvo unas pequeñas arrugas en la colcha. Me acerqué a la maleta, tiritando de frió, para coger algo de ropa. Hoy me sentía triste. Con lo cual, el vestido azul oscuro sería la mejor opción. Un color apagado, para recrear la nostalgia... Sequé mi cabello con ayuda de la toalla, hasta que los rizos dorados, fueron cobrando vida. Luego el maquillaje.

-¿Señorita Dupont? - don borde de mierda aporreó mi puerta, pegándome un susto de muerte. Con la tontería me pinté en un moflete, en vez de en la boca.

-Ahora bajo - dije alzando la voz, de manera malhumorada. ¿Les acompañaría esa noche? Y yo pensando que me iba a aburrir tanto tiempo sola... Me mojé la cara con agua, hasta que desapareció el carmín rojo y repase mis labios con esmero, hasta que estuvieron perfectos.
¿Y qué haría yo? Empezó a dolerme la cabeza, estrujándome los sesos ¡Qué incertidumbre! Bajé las escaleras, encontrando a Tristán en el vestíbulo.

Me acerqué a él sin ninguna intención escondida, salvo la de acompañarle. Le miré de forma apacible y pellizqué su barbilla, cariñosamente. O lo que yo entendía por una muestra de cariño. Más bien, parecía que le tratase como a un niño -¿Habéis descansado, bandido? - pregunté juguetona, enarcando una ceja. Luego deslicé la mano por uno de sus brazos - ¿A dónde se supone que vamos? - observé su maletín de reojo, para luego volver a pasar las manos por encima de sus hombros. Pero que hombre... solté un suspiro profundo, liberando mis impulsos. Me sentía descontrolada estando con él ¿Cómo contenerse?

Giré la cabeza, observando el carruaje, que posiblemente fuera para nosotros. El cochero me sonrió muy educado -Te espero dentro - sonreí dejando libre a Tristán y metiéndome dentro del coche, para poner rumbo a mi nuevo destino. Tenía que haber optado por otro conjunto. Estoy horrible... Tristán se metió en el carruaje conmigo y este se puso en marcha. No aparté los ojos del bandido. Sentí que mi sonrisa se había congelado mientras le miraba con detalle ¿Cómo se le ocurriría a semejante caradura, dedicarse a un arte tan exquisito? -¿Puedo hacerte una pregunta? No es nada indecente. Respira tranquilo -murmuré divertida, observando la calle a mi izquierda -¿Por qué músico? ¿Por qué el saxo? - me puse sería, con intenciones de sacar los dientes si se le ocurría burlarse de mí -¿Es una pregunta demasiado estúpida? No te conozco nada en absoluto. Y tampoco es que tenga interés, pero... - me acerqué con descaro, escrutando sus ojos extraños y desconcertantes. Los ojos de un músico agotado por sus viajes y travesías. Los ojos de un hombre, que escondían al mismísimo diablo dentro -Pero la curiosidad me puede. Lo entiendes ¿verdad? - el coche se detuvo, devolviéndome a la realidad. Siendo consciente de que el mundo seguía girando, a mi alrededor.
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Mensaje por Tristán Evans Miér Dic 15, 2010 2:09 pm

Cuando la vi acercarse, empecé a ponerme nervioso, el vestido que se había puesto quitaba el hipo ¡Una cosa barbara! Cuando estuvo cerca me pellizcó la barbilla, entorné uno de mis ojos, sin comprender ese gesto.
-¿Habéis descansado, bandido? – Abrí la boca dispuesto para hablar. – Lo que he podido.- Aunque iba a decir “lo que me has dejado”. - ¿A dónde se supone que vamos? – Yo creo que resultaba obvio. Reconozco que me desconcentraba sobremanera que estuviera pasando sus manos sobre mis hombros. –Se supone que vamos a tocar.- Procuré no decirlo con sequedad, quitándole importancia al asunto.
-Te espero dentro – Qué animada se la veía ahora. Se subió primero, dejándome unos segundos para serenarme. Cuando creí que era oportuno me subí, sentándome delante de ella, pues sabía el peligro que corría si me sentaba a su lado. Dejé el maletín a mi derecha. El carro se puso en marcha, y la gatita no me quitaba ojo de encima, yo tampoco claro está, quizá esperando que fuera ella la que cediera. No le habrían dicho nunca que mirar fijamente es de mala educación… ¿Qué estaría tramando?

Al fin, rompió el silencio. -¿Puedo hacerte una pregunta?- Las preguntas no suelen gustarme.- No es nada indecente. Respira tranquilo – No sé yo… -¿Por qué músico? ¿Por qué el saxo? - ¿Hablaba en serio? Ni en mil años me habría imaginado que se preguntase eso. -¿Es una pregunta demasiado estúpida? No te conozco nada en absoluto. Y tampoco es que tenga interés, pero... – Pues si no te interesa, no preguntes moza. Se inclinó un poco, hice un esfuerzo por no sentirme intimidado. Me sacaba de quicio que me hiciera ese análisis tan pormenorizado. -Pero la curiosidad me puede. Lo entiendes ¿verdad?

El coche se detuvo, pero aún era demasiado pronto para haber llegado. Me quedé mirando a Alma, con rostro sereno. –Creo entenderte.- murmuré dando unos toques a el maletín que reposaba a mi lado. –Y me sorprende que quieras saber algo de mí más allá de tus deducciones. Pero no me hare ilusiones.- Intentaba ser una ¿broma? El tono que usé no era de tal, sabía que ella se aburría con facilidad, pero ¿qué quieres? Yo no estaba para hacerle más amena la travesía, ni más faltaba. – ¿Por qué músico? Esa es una pregunta fácil…- comencé a decir metiéndome en situación.- La música siempre ha estado presente tanto en mi familia, como en mi vida, desde que tengo uso de razón. Mis padres son o eran profesores de un famoso conservatorio, y desde muy pequeños, a mis hermanos y a mí nos impartían clases intensivas de esta materia, quizá a mí más, por ser el mayor.- Aunque yo no lo necesitaba tanto, por el empeño que le ponía.- Nos enseñaron a tocar gran variedad de instrumentos, pues no les gustaba la idea de que nos decantásemos por uno solo.- Una idea estúpida, pero así lo recordaba.- Creo que siempre tuvieron la esperanza de formar a un prodigio musical, un nuevo Mozart.- Solté una risilla.- Y ya ves, aquí me tienes.- Me jacté un poco, moviendo la mano para que dejara ese tema correr.- El saxo…vino a mí. Y desde que llegó a mis manos jamás volví a separarme de él, es mi más fiel compañero…- esa no es la pregunta, no le cuentes tu vida. -¿Qué mejor instrumento? Me define todo él, es estridente, melodioso en ocasiones, pasional, y si se lo propone el protagonista. No hay termino medio…o te gusta o lo detestas.- le expliqué con toda la razón del mundo.
–Yo no intento cambiar la idea que se tiene de este nuevo estilo, a mí me gusta retar al público, y si quieres verlo así, reírme de él. – Sonreí perversamente, y sin oponer resistencia a mi cordura, me senté justo a su lado ¿Dónde estaba mi dignidad? La miré con profundidad. –Y dime, ¿a ti te gusta…o por el contrario, lo detestas?- esa simple pregunta tenía doble sentido, pues si el saxo para mí era una extensión de mi cuerpo, era parte de mí.
Me dieron unas ganas terribles de ultrajar sus labios, o quizá algo más, pero me contenté con cogerla de la mano, y entrelazar sus dedos. El carro se detuvo de nuevo, yo me acerqué al oído de Alma para susurrarle. –Me guardo una pregunta personal que hacerte cuando yo lo vea oportuno.- Me separé a duras penas con una sonrisa en los labios. Le había hablado demasiado de mí, qué menos, que recibir algo a cambio, información por información.
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Mensaje por Alma Dupont Jue Dic 16, 2010 4:34 am

–Creo entenderte. Y me sorprende que quieras saber algo de mí más allá de tus deducciones. Pero no me haré ilusiones.- yo también estaba sorprendida. Pero no era tan extraño, si mi intención era ser menos egoísta que de costumbre. Puede que aprendiese algo, de los más desfavorecidos ¿Humildad? ¿Quizás?

– ¿Por qué músico? Esa es una pregunta fácil…- ¿fácil? ¿Quién querría jugarse el cuello con una profesión que pende de un hilo, en constante movimiento? sabía la respuesta... - La música siempre ha estado presente tanto en mi familia, como en mi vida, desde que tengo uso de razón. Mis padres son o eran profesores de un famoso conservatorio, y desde muy pequeños, a mis hermanos y a mí nos impartían clases intensivas de esta materia, quizá a mí más, por ser el mayor.- yo adoraba la música. Pero tocarla me desagradaba de sobremanera. No todas las familias eran iguales. A mi me obligaron a tocar el violín de niña, un instrumento detestable y triste - Nos enseñaron a tocar gran variedad de instrumentos, pues no les gustaba la idea de que nos decantásemos por uno solo.- hubiese deseado tener su infancia. Sin un padre tirano y una madre siempre a tu lado, en los momentos más duros. Comprensiva. Lo único que recuerdo de ella, es una pequeña melodía que solía tocar a piano. Recuerdo observar sus manos a lo largo del instrumento y como sus dedos jugueteaban con las teclas. Sólo sabía tocar una sola canción. La que mi querida madre inventó para mí. Y cuando ella no estaba, reproducía aquel sonido con mis propias manos. Cerraba los ojos e imaginaba que tenía de nuevo seis años y ella estaba aún en casa - Creo que siempre tuvieron la esperanza de formar a un prodigio musical, un nuevo Mozart.- volví la cabeza para escuchar a Tristán - Y ya ves, aquí me tienes.- Me había dispersado sin apenas darme cuenta. Típico de mí... sonreí de medio lado, concentrándome en lo que dijera, por una vez en mi vida

- El saxo…vino a mí. Y desde que llegó a mis manos jamás volví a separarme de él, es mi más fiel compañero…- Quién fuera saxo, amigo... -¿Qué mejor instrumento? Me define todo él, es estridente, melodioso en ocasiones, pasional, y si se lo propone el protagonista. No hay termino medio…o te gusta o lo detestas.- estábamos de acuerdo. Hacía unos meses una música moderna y poco común se estaba formando poco a poco, en los alrededores de Nueva Orleans. El Jazz... lo llamaban. Escuché su sonido por casualidad. Me cercioré de conocer aquel instrumento que se entremezclaba con el piano, haciendo un llamamiento a toda persona que se dignase a escuchar. De todos los instrumentos, era el único que parecía emitir el sonido de una voz. Una conversación profunda. Alegre o melancólica, daba igual. Interesante para cualquier oído. Tristán era atrevido con sus elecciones. Y era digno de admirar, por mucho que odiase admitirlo.

–Yo no intento cambiar la idea que se tiene de este nuevo estilo, a mí me gusta retar al público, y si quieres verlo así, reírme de él. – solté una pequeña risotada, inclinando la cabeza. Típico de Tristán. No tenía remedio... El joven sonrió, pagado de si mismo y se sentó a mi lado. Seguro que con la intención de ponerme nerviosa. Que no esperase tal reacción. No lo permitiría... –Y dime - tragué saliva ¡Maldición! ¿Cómo era capaz de cautivarme con apenas dos palabras? -¿a ti te gusta… - enarqué una ceja, intuyendo por donde iban los tiros -o por el contrario, lo detestas?- respiré profundamente, recibiendo con recelo su mano. Esta se entrelazó con la mía. Por increíble que parezca, nadie antes me agarró de la mano. Un gesto tan común, que jamás experimente. Me dieron ganas de reír, pero me contuve, sin separar la vista de sus labios. Pero que jugosos y arrebatadores podían llegar a ser, con ayuda de mi mente perversa...

-He de confesarte que, el saxo me escita de sobremanera. A veces me llama a gritos. Otras veces se calla, esperando a que acuda a él, por mi misma. Es extraño no entender lo que quiere a veces. Molesto cuando eleva su voz. Seductor cuando acaricia las notas. Único, excepcional e impredecible. Siempre brilla con luz propia, dejando al resto de instrumentos en el olvido, entrando en aguas profundas durante... su periplo musical. En resumidas cuentas... - suspiré acariciando su boca. Y que quería... Que otra cosa hacer... ¡Qué no me llamase, con tanto ímpetu! -me vuelve loca de remate - escruté sus ojos, acechándole. Como si Tristán fuese mi presa y yo estuviese premeditando el momento, midiendo cada paso, para comérmelo.

–Me guardo una pregunta personal que hacerte cuando yo lo vea oportuno.- pestañeé confusa ¿Que pregunta sería esa? solté su boca y volví a mirar al frente con el ceño fruncido. Diantres... que incertidumbre tan exasperante... Quise morir de curiosidad. Pero no quise que lo notase. Intenté no darle importancia a sus palabras. Ocultar mis deseos por saber la pregunta.

El carruaje se detuvo, frente aun anfiteatro de lo más hermoso.
-Que maravilla... - murmuré con cara de expectación. Bajé del carruaje con premura, para poder contemplar el teatro con mayor detalle. Parecía un cuado pintado a óleo, con mucha precisión.
-Estarás contento - sonreí, admirando el edificio. Me sentí emocionada de repente. Mi corazón latía deprisa, como si fuese yo la que estuviese a punto de subirse a ese escenario.

Caminé junto a Tristán hasta la entrada, hallando una puerta al final de un pasillo. Seguí al Bandido, vislumbrando el lugar; intentando no dejarme ni un resquicio sin inspeccionar. Un enorme escenario se abrió ante mis ojos, al mirar por encima de su hombro. El resto de los músicos parloteaban entre foco y foco, montando y probando.

-¿Te parece bien, si me siento en primera fila? no quiero perderme ni un detalle de los preliminares - sonreí juguetona, acariciando la zona de su ombligo y sentándome en una de las butacas.

Cada uno de sus movimientos, me inspiraban una increbile emoción. Apoyé uno de los codos sobre un brazo de la butaca y dejé caer el rostro sobre la palma de esa mano, recreándome con su figura en movimiento bajo los focos. Estaba deslumbrante...
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Mensaje por Tristán Evans Vie Dic 17, 2010 12:24 am

Sí, la intención dada a mis palabras habían dado sus frutos. No se podía resistir, si ya lo sabía yo. -He de confesarte que, el saxo me excita de sobremanera.- No pude evitar sonreír, de una manera sutil, ya me daba igual por qué, o a qué se refería exactamente, lo mejor sería escuchar el resto.-A veces me llama a gritos. Otras veces se calla, esperando a que acuda a él, por mi misma.- ¿estamos hablando del saxo? Yo creo que no…- Es extraño no entender lo que quiere a veces. Molesto cuando eleva su voz. Seductor cuando acaricia las notas. Único, excepcional e impredecible. Siempre brilla con luz propia, dejando al resto de instrumentos en el olvido, entrando en aguas profundas durante... su periplo musical. En resumidas cuentas... – Me había dejado fascinado, después de haberme dejado llevar por su melodiosa voz, y por una vez no decía nada desagradable. Acarició mis labios, dejándome en un mutismo impropio de mí, aquello fue como si el tiempo se detuviese. -me vuelve loca de remate – “y tú a mí princesa…” pensé ido por completo.Estaba casi seguro de que se iba a tirar sobre mis brazos pero no lo hizo. Maldita sea, ya habíamos llegado.

Curiosa, la gatita bajó del carro, yo la seguí, un poco mareado por mi confusión, al salir me di cuenta de que me había dejado el maletín, rápidamente fui a por él, qué despiste más tonto. Cuando me puse a su lado, observé la fachada del edificio, advirtiendo suntuosidad en su superficie, ya me imaginé cómo sería por dentro. Todavía no estaba nervioso, pero a medida que pasaran los minutos me pondría de lo más irascible, lo veía venir.
-Estarás contento – No sé si contento era la palabra que definía cómo estaba por dentro. Envalentonándome dimos los primeros pasos, entrando ahora sí, a mi sueño o mi pesadilla. Seguimos caminando, miré de reojo a Alma, que observaba todo con una especial atención, me pareció muy dulce, debo reconocer. Pasamos por todas las butacas vacías, procuré no mirar hacia arriba, no es que tuviera miedo a los espacios grandes, pero si es cierto que me daban cierto respeto. Rápidamente llegamos cerca de los demás, que como siempre afinaban los instrumentos por sexagésima vez, y daban los retoques a las melodías, como si de principiantes se trataran, bueno, todos nos poníamos nerviosos en el momento de la verdad, por muy bueno que seas, quien diga que no, miente.

Me giré para mirar al bellezón que me acompañaba. -¿Te parece bien, si me siento en primera fila? no quiero perderme ni un detalle de los preliminares – correspondí su sonrisa, mientras pensaba que los “tocamientos” se tenían que acabar, yo lo pasaba realmente mal. – Me parece perfecto.- La contesté amablemente, girándome para ponerme manos a la obra. Di un par de palmadas para que el resto me atendiera.

-¡Vale chicos! Un poco de orden.- repasé a los allí congregados, sorprendiéndome de la presencia de Robert. –Anda Robert, pensé que verte aquí era un caso perdido.- bromeé estrechándole la mano.

-Pues mira, como venido del cielo.- y tanto que sí. Dejé el maletín sobre el escenario para sacar mi saxo con comodidad, brillaba como siempre. Era una especie de ritual el momento en el que lo desenfundaba, como si de una espada se tratase. Lo tenía que hacer en silencio, por el cariño tan inmenso que le procesaba, no sé qué haría sin él. Repasé su boquilla para asegurarme de que estaba en su sitio, -Empezaré en Do mayor.- Le oí decir a Luck, el tocaba la corneta, aunque en los momentos de bajo presupuesto, podía tocar la trompeta. –Por mí bien.- contestó Marc, quien tocaba el piano. Jackson seguí afinando la guitarra, muy concentrado en no estirar demasiado las cuerdas, qué absurdo es a veces. Subí al escenario colocándome al lado de Robert y su contrabajo.

-No pensé que fueses en serio cuando hablaste de traer…a ya saber quién.- me confesó con voz queda. Yo le miré un poco molesto.

-El noventa por ciento de las veces hablo en serio, no sé por qué creíste que esta vez sería distinto. No creo que te esté molestando ¿no?

-Oh, no…Claro que no me molesta…

Marc comenzó la melodía, dándonos la tonalidad. –Vamos allá.- De un momento a otro comenzamos a tocar la primera parte de la pieza, mi postura era relajada, sosteniendo así las notas, era importante que no vibrasen. De vez en cuando miraba a Alma, para evaluar su rostro, si le estaba gustando aquello o no, cuando al termino de la primera parte, Jackson profirió un alarido, soltando su guitarra, giré la cabeza dejando mi saxo colgando. -¡¿Qué te pasa?!

-¡Casi me saca un ojo!- Y así era, se llevó una mano al ojo derecho, una de las cuerdas se había soltado impactando en su rostro. Me acerqué preocupado, agachándome a su lado, lo tenía todo enrojecido. –Dios mío.- Creí morirme.

-¿¡Qué hacemos?! ¡Joder!

-Estamos acabados…estamos acabados…- Volví la cabeza, intentando encontrar una solución, mis ojos se posaron en Alma, luego volví a mirar a Jackson. –Llevémosle dentro.- quizá allí habría algo con lo que hacer ¡algo! No quería ponerme histérico, pero faltaban veinte minutos para la actuación. Dejé a Jackson en uno de los sillones. Robert se había llevado las manos a la cabeza, yo como siempre cuando me ponía nervioso caminaba de un sitio a otro. Luck rebuscaba en los muebles. -¿Es que no hay hielo en un maldito sitio? ¡Jackson, quién te manda estirar tanto las cuerdas! ¡No tienes cuidado!- La estaba pagando con él, pero no sabía qué demonios hacer.
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Mensaje por Alma Dupont Sáb Dic 18, 2010 1:17 am

Me estremecí, nada más oír la primera nota, emerger de su instrumento. Su dedo pulgar, quedó apoyado en la parte inferior, sosteniéndolo en alto. Cómo el cuerpo de una mujer... escuché a un viejo músico, comentar una vez, en un pequeño local. A eso lo llamaba yo, unos pulmones bien puestos. Los labios de Tristán, cubrían la boquilla del saxo, provocándome envidia ¿Cómo podía estar celosa de un instrumento? solté una risotada cuando me miró, mostrando mi euforia, haciéndole ver lo mucho que me gustaba oírle tocar. Que deleite...

Todo iba bien hasta que, uno de los músicos, Jackson el guitarrista; soltó un alarido desgarrador ¿Qué ocurría? me incorporé hacia delante, sin llegar a levantarme de la butaca, intentando ver lo sucedido.

-¡¿Qué te pasa?! - exclamó Tristán, confuso.
-¡Casi me saca un ojo - ahora si me levanté, pendiente del torpe de Jackson, que se sujetaba el ojo dolorido. El bandido se acercó para "echarle un ojo". Conseguí oír un... -Dios mío.- ...lleno de pavor. Las cosas se complicaban para el joven músico.

-¿¡Qué hacemos?! ¡Joder!

-Estamos acabados…estamos acabados…- Ay, Dios... Ni que fuera el apocalipsis... suspiré agotada, sin dejar de mirar a Tristán. Estaba nervioso y preocupado. Podía verlo en su rostro. Su frente se pobló de arrugas –Llevémosle dentro.- Dudé en si acudir en su busca. Pero, siendo poco egoísta y concentrándome en no estar más pendiente de mi misma, caminé hasta la parte de atrás del escenario. Jackson reposaba en un sillón, mientras el resto rebuscaba en los cajones -¿Es que no hay hielo en un maldito sitio? ¡Jackson, quién te manda estirar tanto las cuerdas! ¡No tienes cuidado!- pegué un bote al oírle gritar. Nunca antes le vi así. Caminaba de un lado al otro del cuarto, posiblemente, deseando llevarse las manos a la cabeza. Yo deseé hacer lo mismo ¡Pero que injusto! Después de todo el viaje, del esfuerzo gastado... ¿No iban a tocar? Eso si que no... ¿Pero que podía hacer yo?
Entonces recordé algo. Sin avisar, salí del cuarto, corrí cruzando el teatro, hallando el vestíbulo, saliendo a la calle, montándome en el carruaje.

-Lléveme al Hotel - exigí con aplomo, dejando atrás el anfiteatro. Creí que las piernas se me iban a desencajar de las caderas, con tanto nerviosismo. Cuando el carruaje se detuvo, crucé la puerta del Hotel deprisa y corriendo. Incluso me llevé a una mujer por delante -¡Quítese de enmedio! - grité como una posesa. Subí las escaleras y entré en mi habitación. Abrí la maleta con dificultad, por culpa de las prisas. E indagué en una pequeña bolsita en busca de un mejunje. Era caro y prodigioso, traído directamente desde Méjico. Siempre lo llevaba conmigo. Aunque ahora lo utilizaba menos. Lo descubrí en un viaje, con mi primer marido ¡Maldito Bastardo! que palizas me pegaba... pero aquel frasco de aceite hacía maravillas, quitando el hinchazón y calmando la zona afectada. Por aquella época, tenía que aparentar que, todo iba de lujo.

A los quince minutos, estuve de vuelta. Todo seguía igual a como lo dejé, antes de marcharme. Miré a Tristán, con cierta duda en el rostro. Tampoco estaba segura al cien por cien de que funcionase.
Me acerqué al joven Jackson y abrí el bote, esparciendo el líquido en el ojo del chico, con ayuda de mis dedos. Quien me iba a decir a mí, que acabaría salvando un ojo. Después de todas las personas a las que me había cargado. El joven emitió un pequeño gemido de placer. Esa era buena señal. Me aparté de él, observando como la sangre se diluía poco a poco. El joven intentó llevarse la mano al ojo, pero no llegó a tocarlo, cohibido por mi grito:

-¡Esa manos quietas! Ni se te ocurra tocarlo... - amenacé a Jackson, agotada y desquiciada perdida. Que carrera... Me desplomé sobre uno de los sillones, con la cabeza apoyada sobre el respaldo, mirando al techo. Y que dolor de pies...
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Mensaje por Tristán Evans Sáb Dic 18, 2010 7:39 pm

Me iba a dar una taquicardia, me negaba a creer que la mala suerte se presentaría de esa manera. No pude estarme quieto en ningún momento, intenté coger la pitillera, pero no pude sostener bien el cigarro, estúpido párkinson. ¿Qué podría haber peor?
-No os preocupéis puedo tocar sin mirar.- intentó tranquilizarnos.
-Esto tiene que ser una terrible señal.- Lo que me faltaba, el otro metiendo más leña.
-Luck… Nos harías un favor si te callaras. Solo es una idea.- Fui de nuevo al sofá donde estaba Jackson, sentándome junto a él.
-No es por acrecentar el nerviosismo, pero…la sala comienza a llenarse.- Me cubrí el rostro con las manos, no más malas noticias, por favor. Lo que iba a ser una noche de gloria se iba a convertir en mi gran pesadumbre.
-Joder, Jackon ¡Joder!- empecé a murmurar por lo bajo, su estigma comenzaba a contagiarse.
– Lo siento…Tristán, deja de culparme.- Le oí decir, con voz queda.
– Lo estamos padeciendo todos ¿no lo ves? Bah ¡Olvídalo!- Junté las manos suspirando fuertemente, vi como Marc se daba de golpes contra el decorado, mientras que Robert y Luck miraban angustiados por las cortinas. Y ahora que me daba cuenta. - ¿Y Alma?- Nadie me contestó, eso me alteró inexplicablemente, ¿dónde se habría ido esta mujer? No supe cómo ponerme, ni qué pensar. La paranoia ya empezaba a asomarse. Pensé que nos había dejado tirados, más que a ellos, a mí, que había huido, o cualquier cosa, y eso solo denotaba mi falta de confianza en ella, no me gustó sentir eso, aumentaba la ansiedad que ya tenía por lo sucedido. Estar pendiente de alguien que no fuera yo mismo me ponía frenético perdido.

Ya la daba por perdida, cuando escuché un taconeo que me resultaba familiar, para mi estupor era ella, sosteniendo un recipiente en las manos. Me sentí aliviado. Se quedó frente a Jackson, y comenzó a aplicar eso que traía (ignoro lo que era) en su ojo, me preocupé porque no supe si eso pondría peor las cosas, pero parecía que a Jackson le calmaba de alguna manera.
Procuré respirar con tranquilidad llevándome ambas manos a la boca. Miré a Alma con asombro, no me esperaba ese detalle por su parte, puede que estuviera cambiando.
-¡Esa manos quietas! Ni se te ocurra tocarlo... – Me di cuenta de lo nervioso que se había puesto el pobre ante los cuidados dados, no estaba acostumbrado. Acto seguido vi como Alma se sentaba en uno de los sofás, parecía agotada, ¿cómo agradecérselo?

Giré la cabeza hacia Jackson. -¿Cómo va?- pregunté fijándome en la especie de aceite que envolvía su ojo, estuve tentado de tocarlo, pero estaba ‘prohibido’. Sonreí parcialmente recordando esa amenaza maternal que salió de ella, qué extraño me resultó.
-Mejor, creo. Muchas gracias señorita Dupont.- Agradeció Jackson parpadeando. Aún estaba asustado. Le di un apretón en el hombro, y me levanté de allí, con la cabeza llena de frases desestructuradas, un revoltijo de palabras amables que no lograba poner en orden, no me salía. Me quedé de pie, delante de ella sin saber concretamente qué decir. Apoyé ambas manos en el reposa brazos del sofá, acercándome más a ella, que tenía la cabeza echada hacia atrás, tenía las mejillas coloradas, y el pecho agitado ¿Es que había salido corriendo? ¿Por qué? Si el pequeño accidente no iba con ella ¿no? La miré a los ojos, con una sonrisa afable.

–Eres como una caja de sorpresas.- Me quedaba tanto que saber de ella, tanto, que me daba miedo asomarme por su vida, esa era la verdad. – Una pequeña caja de música, con una estupenda bailarina en su interior.- bromeé, aproximándome aún más. –Solo hay que darte un poco de cuerda. Estoy deseando escuchar el resto de tu melodía.- Con mi mano derecha contorneé el ovalo de su rostro, hasta que la dejé en su cálido cuello. –Lo que has hecho por él, ha significado mucho para mí, y te estaré eternamente agradecido.- Besé por unos segundos la comisura de sus labios, ahogándome en mis propios sentimientos, o lo que estuviera pasando dentro de mí ¡no lo quise saber! –Realmente no sé por qué o quién lo hiciste…- reconocí, separándome un poco. – Pero me consuela saber, que aún hay esperanza. – murmuré mientras tomaba su mano, para llevarla a mis labios. Nos había salvado, era increíble, apreté su mano, antes de darme cuenta que me estaba perdiendo demasiado, y que yo mismo comenzaba a asustarme, solté su mano, y me fui separando de ella. No podía permitir que me afectase nada que ella hiciese, la vedé de mi vida, por mi bien.

Me quedé tras Luck y Robert que contaban con las manos la gente que podría haber.
-¿Cuánto creéis que falta?- pregunté, aún afectado por lo anterior.
–Quizá unos minutos más.- Asentí volviendo sobre mis pasos, saliendo a uno de los estrechos pasillos, necesitaba un cigarro antes de tocar, fue demasiado estrés en un momento. Apoyé mi espalda en uno de los muros y comencé a prender el tabaco.
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Mensaje por Alma Dupont Sáb Dic 18, 2010 9:22 pm

-¿Cómo va?- escuché decir a Tristán. Yo sentí que iba a morirme. Pero, para mi sorpresa, mi pecho fue tranquilizándose, recuperando el aliento. Sin embargo, aún me sentía intranquila, obviando los agradecimientos del guitarrista:

-Mejor, creo. Muchas gracias señorita Dupont.-De improviso, noté una presión horrible en el pecho. Debilidad... que... asco. Tomarme tantas molestias... Un desliz poco común en mí ¿Me estaba volviendo loca?

Presentí movimiento y una cabeza tapando la visión del techo, que con tanto ahínco parecía acercarse. Presentí que, en cualquier momento, caería sobre mí, aplastándome.–Eres como una caja de sorpresas.- mis ojos se abrieron como platos. Estaba desquiciada y poco comunicativa. En ese momento deseé que el techo se me cayese encima de verdad – Una pequeña caja de música, con una estupenda bailarina en su interior.- No... por favor... te lo ruego. Intenté que mi rostro se serenase. Pero era imposible. –Solo hay que darte un poco de cuerda. Estoy deseando escuchar el resto de tu melodía.-¿Esa era su forma de agradecerme las cosas? ¿Con recitales de amor? Dios... El monstruo rugió dentro de mi, para recordarme la clase de persona que era. Resiste... me dije a mi misma, cuando acarició mi mentón, descendiendo la mano hasta mi cuello. Suspiré poco a poco, intentando soltar la rabia en pequeñas dosis par que no se notase –Lo que has hecho por él, ha significado mucho para mí, y te estaré eternamente agradecido.- Por él... sentí que me ahogaba al darme cuenta de que, todo lo había hecho en veneficio suyo. Que mi único deseo, había sido el de ayudarle. El aire... dónde estaba el aire, cuando dejó caer un beso sobre la comisura de mis labios. Más bien el beso de la muerte. Me odié a mi misma una y otra vez. El monstruo pataleaba, gritaba y refunfuñaba, volviéndome loca; resistiéndose a morir. –Realmente no sé por qué o quién lo hiciste…- agradecí que se apartase, aún temerosa de que volviese a besarme ¿Tanto había significado para él? ¡Es una tontería! ¡Una estupidez! ¡Cualquier persona, habría hecho lo mismo! le dije al monstruo, convenciéndome a mi misma de mis propias palabras, que pocos alicientes tenían frente a la aplastante verdad. Cualquier persona lo habría hecho. Pero... yo no era cualquier persona. – Pero me consuela saber, que aún hay esperanza. –quise gritar, literalmente. Pero me contuve, para no montar un escándalo, ocultando mi rabia. Si seguía así, mi cabeza explotaría de un momento a otro ¿Cuanto aguantaría?

Tristán tomó mi mano. Mi respiración se aceleró por acto reflejo. Siempre ocurría, al entrar en contacto con su piel . Empeoraba con el roce de sus labios. Apretó mi mano e imploré, en mi fuero interno, que la soltase. Su reacción empeoraba las cosas. Siempre jugué con él, porque sabía que era inmune a los sentimientos. Travieso en sus elecciones y en sus intenciones. Sin un ápice de generosidad. Un creído de media tinta. Un bandido feroz.
Puede que se diese cuenta de su comportamiento, cuando se apartó de mí, intentando recomponerse y manteniendo la compostura. Quizás el orgullo, no lo se. Yo había perdido el mío... Escuché su voz decir:

-¿Cuánto creéis que falta?- era el momento de quedarse libre, de su presa. A la pantera no le agrada que la encierren. Prefiere correr en libertad. Devorar por doquier; a su antojo. Mostrar los dientes cuando algo se topa en su camino, de forma poco agradable. Mantenerse salvaje y fiera; eternamente libre, eternamente sola.

Tristán salió del cuarto. Posiblemente para relajarse, antes de empezar la función. Me armé de valor, siguiendo sus pasos, hasta quedar justo enfrente de él. Estaba apoyado en la pared, con el cigarrillo en las manos. Mi mirada cobro vida, volviéndose felina, al contemplarle en semejante posición. Apreté los labios con fiereza y arranqué de sus manos con agresividad el cigarrillo, tirándolo al suelo y pisándolo con saña.

-Que sepáis, que sólo lo he hecho, porque os veis tremendamente irritante, cuando os enfadáis. Molesto y exasperante - remarqué cada palabra, como si fuesen cuchillas de afeitar -No me apetecía soporta más, de lo que ya tengo. Ya que sois unos inútiles, espero que mi intento por salvar vuestro concierto, haya servido de algo. Queda en vuestras manos, esos seguro - sonreí furiosa, burlándome de él. Incliné la cabeza hacia un lado y apoyando una de las manos contra el muro. Se la devolvería con creces. Él no tenía ningún cuchillo metido en una liga. Ni siquiera el "arma" entre sus piernas, conseguiría destrozarme -Y permitidme un consejo -susurré, acercando mi rostro al suyo -Deberíais apretar mejor las clavijas del saxo. A veces desafina - y así lo sentí yo. Desafinado, estridente... al agradecer mi ayuda. Al volverse tan débil para luego, tener la enorme cara, de arrastrarme a mí, en el intento. El monstruo dibujó una sonrisa grotesca, contento por mi vuelta.
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Mensaje por Tristán Evans Sáb Dic 18, 2010 11:02 pm

Drama mode: On (x'D)

Al alzar la vista advertí la presencia de Alma ¿Qué querría? Pronto lo sabría. No pensé que fuera a fastidiarme, así que seguí buscando la caja de cerillas, pero en el momento menos pensado, me arrebató el cigarro de los dedos, arañándome queriendo o no, con sus uñas, la miré pasmado, pero más aún cuando lo arrojó al suelo, mis ojos comenzaron a abrirse absortos de la suerte que corrió mi inocente cigarro bajo su tacón, entre abrí los labios a punto de gritarla ¿Había hecho algo para merecer eso? ¿Intentaba llamar mi atención? ¿O tal vez enfadarme? ¡Qué cojones pretendía! Mi respiración comenzó a acelerarse.
-Que sepáis, que sólo lo he hecho, porque os veis tremendamente irritante, cuando os enfadáis. Molesto y exasperante. – La miré con una ira incontenible, a punto de enviarla a donde yo me sé. -No me apetecía soporta más, de lo que ya tengo. Ya que sois unos inútiles,- ¡¿Y a esta tía que le había picado ahora?!- espero que mi intento por salvar vuestro concierto, haya servido de algo. Queda en vuestras manos, eso seguro – Negué con la cabeza sin comprender, ¿a qué venía toda esa rabia contra mí? Apoyó una mano en el muro, yo solo quería irme de allí, cuando se ponía así era insoportable. Sus comportamientos descolocaban a cualquiera. -Y permitidme un consejo – Mantuve el control cuando se acercó a mí, por cómo me miraba pensé que me odiaba. -Deberíais apretar mejor las clavijas del saxo. A veces desafina – Apreté la mandíbula, pues súbitamente mi cólera resurgió, me separé de ella sin ánimo de tocarla ¡no ahora! ¡Ya sí que me había tocado la moral! La poca luz que pasaba por el pasillo sugería pequeños trazos de luz en su rostro, ese que en ese mismo instante quise borrar de mi vista, ¿cómo podía ser tan desagradable? Tan hiriente.

-¡Me asqueas Alma!- Exclamé elevando la voz.- ¿De qué mierda va todo eso? ¿Qué pasa? Te jode ayudar a la gente ¿Es eso?- Intenté mirar sus ojos, encontrando una verdad, pero ya estaba harto, de intentarlo.
- Sentirte bien por un momento te consume ¿verdad?- entrecerré los ojos, con unas ganas locas de dar una patada al muro y dejarme el pie, solo apreté los puños. – ¿Tú solo haces las cosas para recibir algo a cambio? Mira, puedes quedarte con tu generosidad, no la necesitamos ¡yo no la necesito! Joder.- me llevé la mano al pecho.- No… no hay esperanza alguna tratándose de ti. Me odio a mí mismo por ser tan inútil.- ¿No era eso lo que ella había dicho? – Perdóname por no estar a tu altura, perdónanos a todos, vuestra merced.- Bufé llevándome el puño a la boca, volviendo a una posición más natural.
– Ha sido una gran equivocación…- embarcarme creyendo en imposibles, ideales. Maldigo el día en el que fui un soñador.
–No tienes por qué venir aquí a torturarme, porque para eso has venido… para hacer daño.- Se le daba bien, vaya que sí. – ¿Intentas que así olvidemos lo que hiciste antes? Por mi perfecto, olvidado.- dije con indiferencia.
–Quédate aquí solita revolcándote en tu asquerosa maldad. Ya no me interesa… nada de ti.- murmuré con veneno en mis palabras, que lo dijera en serio o no, ella no lo sabía, di unos pasos hacia atrás con el hastío reflejado en mis ojos, para darme la vuelta ahora sí para abandonarla por completo.
-¡Oh! Qué gran consejo ese de apretar las clavijas.- Qué irónico sonó, me sentí como la mayor mierda.
Añadir algo más habría estado de más, insultarla estaba ya muy socorrido.

Me fui directo al baño, tenía que serenarme aunque ya era imposible. Cuando me quedé allí encerrado, estuve por quedarme allí a vivir. Afligido era poco, me sentí decepcionado. Las palabras amables eran como pompas para ella, como si me fuera fácil a mí agradecer las cosas.
Abrí la puerta de pronto, mi orgullo es incorruptible. Me acerqué con paso firme al grupo. Estaban a punto de salir a escenas, y me buscaron por largo rato, no les expliqué nada, quería salir ya, y desahogarme, como solo yo sabía, a través de la música.
Y así hicimos, salimos, en ningún momento miré atrás. Me volví loco con el saxo en las manos, elevando las notas hasta destrozarlas ¿qué si me estaba cargando la canción? Puede ser… aunque para mí cobraba un nuevo significado. La estridente melodía tenía su dedicatoria, que se sintiese aludido o aludida quién quisiera.

Cuando yo creí que había dado por terminada la canción, salí del escenario, era consciente de que la banda seguía tocando y que aún quedaban dos canciones que tocar, pero necesitaba irme.
Guardé el saxo precipitadamente, poniéndome la cazadora. Los encargados me preguntaron qué me sucedía, que eso no era lo que habíamos hablado, no dije nada, me escabullí de ellos, marchándome lo más rápido que pude de allí.
Cuando salí continué avanzando hasta que me empotre contra la valla del río, dejé el saxo en el suelo y me llevé las manos a la cabeza, agachándome poco a poco hasta caer en el suelo, ¿qué? ¿Vas a llorar? ¡Pero qué triste eres! Llora para que yo te vea…llora… No se nos da bien ¿verdad?
Me tragué las lágrimas dejándolas en la garganta. Asco de noche…
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Mensaje por Alma Dupont Dom Dic 19, 2010 3:06 am

Retiré el brazo del muro, al notar la tensión en sus músculos. Presentí que iba a lamentar mis palabras.
-¡Me asqueas Alma!- me sobresalté llevándome la mano al pecho a pesar de seguir mirándole con agresividad - ¿De qué mierda va todo eso? ¿Qué pasa? Te jode ayudar a la gente ¿Es eso?- negué con la cabeza con saña, mintiéndole con gran descaro - Sentirte bien por un momento te consume ¿verdad?- me retiré, creyendo que me propinaría un terrible golpe. No sería el primero que recibiera. Pero, que se atreviese a tocarme... – ¿Tú solo haces las cosas para recibir algo a cambio? Mira, puedes quedarte con tu generosidad, no la necesitamos ¡yo no la necesito! Joder.- sonreí con malicia, al ver que captaba el concepto. Porque ¿Qué podía darme él, que yo quisiera? ¡Nada! el odio creció en mí, como la lava en un volcán, a punto de entrar en erupción - No… no hay esperanza alguna tratándose de ti. Me odio a mí mismo por ser tan inútil.- Cierto... no había esperanza. El ser habitable en el interior de mi mente enferma, era el culpable – Perdóname por no estar a tu altura, perdónanos a todos, vuestra merced.- Eso me dolió ¿Se cachondeaba de mí? tendría que besar el suelo que yo piso ¡Maldita sea!

– Ha sido una gran equivocación…- No supe explicar con exactitud, cual fue la razón. Pero a partir de aquel momento, todo fue cuesta abajo –No tienes por qué venir aquí a torturarme - cerré los ojos, retrocediendo - porque para eso has venido… - miré al techo, luego a la pared, luego mis zapatos, luego la ropa del hombre frente a mí, por miedo a mirarle a la cara; sintiendo que una oleada desbordante se aproximaba hacia mí - para hacer daño.- entonces y sólo entonces, contuve la lágrima, tapándome el rostro con una mano para que no lo viese – ¿Intentas que así olvidemos lo que hiciste antes? - esa era la idea - Por mi perfecto, olvidado.- su indiferencia me golpeó por triplicado, haciéndome sentir peor que el lodo, que ya es decir... –Quédate aquí solita revolcándote en tu asquerosa maldad. Ya no me interesa… nada de ti.- ahora se marcharía, tras la perlita. Perfecto... ¡Pues que se largue! No me importa nada...nada... en absoluto, le dije al monstruo. Este, se descojonó de mí.

-¡Oh! - No... ¿Aún no había terminado? - Qué gran consejo ese de apretar las clavijas.- Touché y se fue...

Y cuando me cercioré de estar sola por completo, lloré con el gesto totalmente congelado. Fue patético comprobar que, ni la melancolía, era capaz de borrar mi mirada famélica.

- ¿Estás contento? - le susurré al monstruo, en un hilo de voz.

No podía quedarme allí. Así que, salí del teatro y pedí un carruaje para que me llevase de regreso al Hotel. No me quedaban fuerzas ni para subir las escaleras. Al abrir la puerta y contemplar la estancia vacía, me dieron ganas de suicidarme.

Saqué la maleta y la puse sobre la cama, guardando las pocas pertenencias, que había sacado. Escuché el asqueroso silencio, agarrando con fuerza las correas de mi equipaje. Entonces arrojé la maleta y golpeé la cama con las piernas haciéndome polvo. Sacudí los cojines una y otra vez, haciendo que las plumas se desparramasen por toda la habitación. Luego saqué todos los cajones de su sitio, tirándolos al suelo. Encontré la biblia entre grito y grito, para deshojar su contenido en mil pedazos, burlándome de Dios, del diablo y de su puta madre.

El botones estuvo en la puerta en menos de un segundo. Le miré colérica. Estaba asustado y observaba el cuarto con la boca abierta.
-Señorita. Tendrá que pagar los desperfectos. Porque... - no tubo tiempo de seguir hablando. En un microsegundo, mi cuchillo estuvo en su cuello. Sentí que el corazón se me iba a salir de pecho -O no... - murmuró, convencidísimo de mi propuesta.
-Lárgate... - susurré apartándome de él. El botones salió corriendo. Posiblemente se hubiese meado encima.

Me senté en el borde de la cama, o lo que quedaba de él. Y me vi ridícula al preguntarme, cómo iría el concierto de Tristán. El monstruo volvió a reírse de mí.
-Vete al cuerno... - dije, llevándome los puños al cabello y estirando de ellos con brutalidad.
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Mensaje por Tristán Evans Dom Dic 19, 2010 10:13 pm

Los transeúntes paseaban por delante de mí, ignorando por completo quién era yo, mientras me imaginaba voces en mi cabeza: “Oh sí, mira ahora dónde está el gran Tristán Evans, irreconocible, tirado en medio de la calle como un indigente.” La gente se preguntaría por qué: “¿Por qué? Eso solo lo sabe él, ya que jamás reconocerá por qué ha acabado así.”, “Pues menudo desperdicio…”, “Ya lo creo, señor.” Suspiré cabizbajo. Nunca pensé que me encontraría así de ¿mal?, por qué ¿por culpa de ella? ¡No puedes dejar que tome las riendas de tu vida! ¿Quién es ella para ti? No recaigas. Aprendimos del pasado, las mujeres corrompen sin piedad, aléjate. Buenos consejos que por un tiempo seguí a raja tabla. “¿Qué te pueden dar que no tengas ya?” Yo no quiero nada. Me bastaba conmigo mismo para seguir.

Me incorporé pesadamente agarrándome de la barandilla metálica, de fondo los asistentes del concierto empezaban a salir como en oleadas, les di la espalda para que no me viesen, sentí una punzada en lo más hondo, ese era mi publico ¿y yo qué había hecho?, y además ¿qué hacía allí parado? ¿Qué o a quién esperaba? Los señores y señoras se alejaban a sus casas comentando cómo les había parecido, muchos de los comentarios me disgustaron, pues me sentí el único culpable por ellos, después de esto, mis compañeros no querrían verme, vamos ¡ni en pintura! ¿Qué se supone que tenía que hacer ahora? Me encontré perdido, un desertor de poca monta. ¿Cómo aliviar ese pesar? Era imposible. Todo por mi culpa. No me vi con el valor suficiente como para dar la cara, miserable era poco para lo que me podrían decir. Ahogué mi angustia dejando atrás el teatro, por el camino encontré carteles donde se anunciaba el concierto que había tenido lugar minutos antes, vi mi nombre en primera plana, y eso me desbordó por completo, arranqué uno de ellos, haciéndolo pedazos, ensañándome más aún con mi nombre. Los pequeños pedazos caían al asfalto y con ellos mi vanidad. Mañana todo el mundo se enteraría de lo ocurrido, el cielo pesaba demasiado. Me alejé lo más rápido que pude hasta llegar al hotel. En la puerta tragué saliva con dificultad, después carraspeé volviendo a recuperar un poco de lucidez, atravesé las puertas y caminé como si nada hacia la recepción. Allí pregunté si se podían reservar billetes para el barco de vuelta a Londres. Me dijeron que sí, comencé a rellenar uno de ellos de puño y letra. Al terminar solté la pluma con repulsión.
-¿Podéis darme la llave de la 56?- pregunté sin mirar al hombre que había tras la recepción.
-No se lo recomiendo… Antes vino un botones informándonos de que en esa misma habitación una mujer casi le degüella. No suba allí…por su bien. Nos encargaremos de ello más tarde.- Le escuché atónito, ¿cómo fue capaz? ¿Por qué me sorprendía? Si estaba loca, el caso es…que ya no era problema mío. Acerqué mi mano al hombre.
-Correré ese riesgo. Démela.- El hombre titubeó un poco antes de dejar la llave en la palma de mi mano.

Subí las escaleras, incapaz de mirar hacia el frente. Al encontrarme ante la habitación, dejé mi mano por largo rato en el pomo, deseando que éste ardiera, respiré profundamente. Di unos ligeros golpes en la puerta antes de girar la muñeca y abrir poco a poco susodicha. Me quedé allí parado, mirando todo lo que había ocasionado, ¿qué le había pasado para poner todo así? Me recompuse largos segundos antes de mirarla, derrotado. Solo vi una desconocida.
-Solo he venido… para traerte el pasaje de vuelta.- Dejé la reserva del barco en la mesilla que estaba pegada a la puerta, no quise entrar. – Lo has conseguido,- eso era lo que ella quería ¿no?- eres libre.- Agaché la cabeza y cerré la puerta quedándome unos segundos en el otro lado, no…no…aquí no, me apresuré a mi habitación, cerrando con premura la puerta, caí desplomado en la esquina de la cama. Sabía que Alma estaba en el otro lado. No creí que fuera a verla más, desde ese mismo instante se acabó la historia para mí. La caja de música se cerró de golpe dejando de recuerdo el eco de una melodía perdida y carente de sentido.
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Mensaje por Alma Dupont Lun Dic 20, 2010 3:06 am

-Solo he venido… para traerte el pasaje de vuelta.- giré el rostro de inmediato, sorprendida de verle de nuevo. Pero no venía para hacer las paces, eso desde luego... ¿Cómo si no? Yo había sido la única culpable, de que aquello se fuera al carajo. Para colmo de todos los males, la habitación estaba hecha un asco ¿Que pensaría? que estaba loca... me respondí a mi misma, con la mirada perdida en las manos cruzadas sobre mi regazo. Dejó el papel sobre la mesilla. No perdí detalle. Pero no era a él, a quien miraba. No se que era más cobarde; si mirarle después de cometer una escena atroz. O mirarle volviendo a cometer otra. Agradecí que no entrase. – Lo has conseguido,- genial... ya empezaba de nuevo - eres libre.- que ironía... pensé molesta. Tras aquellas palabras, cerró la puerta, dejándome sola de nuevo. O mejor dicho, dejándome libre. Y yo que pensaba, que iba a ensañarse conmigo...

Cogí la maleta con movimientos pausados, como si me diese pereza dar un sólo paso. Abrí la puerta y me quedé escuchando el silencio del pasillo. Tristán estaría en su habitación, maldiciendo mi nombre. O peor aún. Sin acordarse de él.

Bajé las escaleras y observé al botones, escondiéndose tras la mesa de recepción. Dejé la llave sobre ella y me marche con agilidad. No quería meterme en ningún lío.
El recorrido del hotel al barco, a penas lo noté. Era como si estuviese en el limbo. Como si mis oídos se hubiesen taponado, como cuando te metes en el agua ¿Cuándo descargué la maleta? No lo sé. Era como si, ese pequeño periodo de tiempo, no hubiese sucedido nunca.
Cuando me di cuenta, estaba mirando al mar. Fue el sonido del barco dando la señal de alarma, lo que me despertó. Por fin de vuelta a casa.

Esa extraña familiaridad, se apoderó de mi pecho, ahogándome. Debería estar contenta. Todo retomaba su ser. Y, sin embargo, todo estaba mal ¡Pero qué... desquiciante!
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Mensaje por Marius de Romanus Dom Ene 16, 2011 2:23 pm

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